El 9 de noviembre de 1938, un adolescente que vivía en París, llamado Herschel Grynszpan, furioso por la deportación de miles de judíos polacos, incluida su familia, de su Alemania natal, compró un pequeño revólver, se dirigió a la embajada alemana en la capital francesa y disparó al primer diplomát...
El 9 de noviembre de 1938, un adolescente que vivía en París, llamado Herschel Grynszpan, furioso por la deportación de miles de judíos polacos, incluida su familia, de su Alemania natal, compró un pequeño revólver, se dirigió a la embajada alemana en la capital francesa y disparó al primer diplomático que vio, Ernst vom Rath. Cuando este murió dos días más tarde, Hitler y Goebbels tomaron este acto como pretexto para la gran ola de terror y violencia antisemita conocida como la Noche de los cristales rotos, que muchos siguen viendo como el inicio del Holocausto. De la noche a la mañana, Grynszpan, un chico brillante pero ingenuo, que no era nadie en política, apareció en las primeras planas de los periódicos y se convirtió en el peón de una lucha por el poder global. Cuando cayó Francia, los nazis capturaron a Grynszpan tras una persecución salvaje y lo enviaron a Berlín. El joven pasó a ser prisionero de la Gestapo mientras Hitler y Goebbels urdían un juicio masivo para culpar a los judíos de haber iniciado la Segunda Guerra Mundial. Prisionero y solo, Grynszpan captó las intenciones de Hitler y desplegó todo su ingenio para sabotear el juicio, sabiendo con toda certeza que, incluso si lo lograba, sería asesinado.
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