La novela es siempre una aventura. La aventura de contar historias. Todas las ruletas son rusas está llena de historias. La de un manuscrito incompleto que esconde un terrible secreto. Y también la de un hombre que se despierta tras ocho años en coma y que necesita saber quién intentó matarle. Y la ...
La novela es siempre una aventura. La aventura de contar historias. Todas las ruletas son rusas está llena de historias. La de un manuscrito incompleto que esconde un terrible secreto. Y también la de un hombre que se despierta tras ocho años en coma y que necesita saber quién intentó matarle. Y la de una película en la que una mujer desnuda se mete dentro de una jaula de leones. Y la de un oscuro escritor franquista que gozó durante años de mucha fama y que lleva toda la vida escondiendo un secreto. Y la de un hombre mayor torturado por la muerte de su joven esposa y que espía a todos los vecinos de un elitista edificio. Y la de un mafioso que lleva siempre consigo un ejemplar de La Divina Comedia forrado con piel humana. Está la locura de la guerra y el comienzo de un infierno mucho peor a su finalización. Y algo parecido a un vampiro matando en mitad del conflicto con Buster Keaton como testigo de lujo. Hay recetas de cócteles, fragmentos de programas televisivos que transmiten crímenes en directo, noticias del tiempo, juegos metaliterarios y un puñado de historias protagonizadas por el número Pi. Está la historia de dos hombres enamorados de la misma mujer y separados por la guerra. La de una restauradora de cuadros que va a conocer al amor de su vida. La de una novela de quiosco por la que pululan personajes como los inolvidables protagonistas de Casablanca y Por quién doblan las campanas luchando en la Guerra Civil. El extraño ritual de coger cada noche al azar un libro y obedecer sus designios. Hay un policía que recuerda al Inspector Dan y un ángel vestido de rojo que recuerda a Ava Gardner. Y hay un librero muy peculiar. Y un cacique criminal. Y un verdugo sádico. Y un anarquista loco y asesino.
Y están, claro, Ariel Conceiro, bibliotecario y detective de libros, y la intrépida Olga Tarilonte, envuelta en un caso peligroso y terrible a partes iguales.
Con Todas las ruletas son rusas, Delaviuda, «el escritor antes conocido como Vicente Álvarez», nos regala su novela más ambiciosa y entretenida. El placer de contar historias, o sea.
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