Siempre eché de menos en el cine y en el teatro escenas en las que un hombre se afeitara u orinara, o en las que una mujer se depilara o se cambiara de compresa. Los actores no se despeinan, ni siquiera cuando los golpean, y las actrices siempre están maquilladas, aunque se acaben de despertar. Volv...
Siempre eché de menos en el cine y en el teatro escenas en las que un hombre se afeitara u orinara, o en las que una mujer se depilara o se cambiara de compresa. Los actores no se despeinan, ni siquiera cuando los golpean, y las actrices siempre están maquilladas, aunque se acaben de despertar. Volvemos a vernos es una bofetada a las convicciones. Eso supone valentía. Y ustedes, espectadores, se verán implicados en historias tan cercanas que también deberán tener valentía para observar. La obra nos hace cómplices de nosotros mismos: todos conocemos o nos han contado o bien suponemos que alguien ha... Somos acusados y acusadores, somos confidentes de algo que ha sucedido o que podría suceder. A través de un diálogo rápido, encubridor de historias tan oscuras como nosotros mismos, nos va introduciendo en una relación apasionada que hace que nos miremos al espejo para descubrirnos sonrojados porque alguien ha desvelado nuestro secreto más íntimo. La historia conductora (Volvemos a vernos) se vertebra a lo largo de cinco cuadros: breves, concisos pero suficientes. Entre estos cuadros, se inmiscuyen tres monólogos (Ya no estamos locos, Sólo necesito uno, Después de tantos años) y una historia de equívocos (Las mimosas también se equivocan), donde distintos personajes nos dan una óptica distinta de las relaciones humanas. Celos, abandonos, infidelidades, equívocos, búsquedas de preservativos antediluvianos, envuelven con ternura a unos personajes que parecen sacados de una película de Woody Allen. Hombre y mujer nos van ofreciendo su punto de vista sobre relaciones supuestamente anormales, pero que no dejan de sorprendernos por lo cotidiano. Parece que la autora hubiera instalado furtivamente una mirilla en nuestras casas y, sin ningún tipo de pudor, ha revelado nuestros secretos de alcoba.
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