Para resolver cualquier problema matemático, la clave es enseñar a pensar matemáticamente; es decir, a deducir cuál es la relación existente entre los datos, y aplicarla. Así, podremos decidir, de forma razonada, en cada uno de pasos del proceso de resolución.
Siguiendo estos pasos, ordenadamente, descubriremos la relación existente entre los datos y, gracias a ella, hallaremos de forma razonada la solución del problema. Consecuentemente, es muy importante enseñar a ejecutar correctamente cada uno de estos pasos, a nuestro alumnado, para evitar atascos cognitivos.
Sin un método claro para enseñar a resolver los problemas, el alumnado carecerá de herramientas para enfrentarse a ellos y tenderá a vivir las matemáticas como un área incomprensible e insuperable. En cambio, si les enseñamos a resolver, paso a paso, les ayudaremos a crear una mente matemática, que les acompañará toda su vida.
Esta metodología es útil para todo el alumnado y, especialmente, para aquellos con dificultades para resolver los problemas o, simplemente, que no les gustan las matemáticas porque no las entienden. Aplicándola, sabrás cuándo un alumno está razonando correctamente y cuándo no lo está haciendo, en qué falla y cómo enseñárselo correctamente. El alumno sabrá qué está haciendo, por qué y para qué lo está haciendo. De esta forma, el proceso de resolución de problemas matemáticos cobra sentido para él y evitamos que lo rechace. A los alumnos sí que les gusta resolver problemas, lo que no les gusta es la incomprensión.