• GUIA LITERARIA DE LA CIUDAD DE GRANADA

    SALVADOR, ALVARO COMARES Ref. 9788498362688 Ver otros productos de la misma colección Ver otros productos del mismo autor
    La ciudad que nos ha visto nacer y crecer, esa ciudad en donde han trascurrido la inmensa mayoría de los años, horas, días, de nuestra existencia, nos produce a menudo una extraña sensación, mezcla de naturalidad y rechazo. Es como la familia, en cuyo seno nos movemos con la seguridad que proporcion...
    Peso: 250 gr
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    15,00 €
  • Descripción

    • ISBN / EAN : 978-84-9836-268-8
    • Encuadernación : RÚSTICA
    • Fecha de edición : 11/03/2008
    • Año de edicion : 0
    • Idioma : CASTELLÀ
    • Autores : SALVADOR, ALVARO
    • Número de páginas : 0
    • Colección : LV - GUÍAS
    La ciudad que nos ha visto nacer y crecer, esa ciudad en donde han trascurrido la inmensa mayoría de los años, horas, días, de nuestra existencia, nos produce a menudo una extraña sensación, mezcla de naturalidad y rechazo. Es como la familia, en cuyo seno nos movemos con la seguridad que proporciona lo sobradamente conocido, la incondicional certidumbre de los sentimientos, pero también con la irritante conciencia de transitar por un mundo que ya no puede sorprendernos. Cuando esa ciudad, esa familia, es un lugar como Granada, el extrañamiento de las sensaciones puede alcanzar un grado de exacerbación difícil de expresar con palabras. Granada provoca, sin duda, un amor extraño, un amour fou, cuyas condiciones de realización, de correspondencia, nunca acaba de conocer el enamorado. Es como esas seductoras narcisistas que despliegan el plumaje de sus encantos y nos atrapan en las redes de su hermosura sin entregarnos nunca sus secretos, sin mostrar ni un solo resquicio por donde entrever alguna de sus debilidades. Granada, como toda realidad basada en la belleza, puede llegar a ser cruel... y casquivana.
    Para el viajero, el peligro es menor. Entiéndase lo que quiero decir, no se trata de que el recién llegado a nuestra ciudad esté a salvo de sucumbir a la fascinación de sus numerosos atractivos. Todo lo contrario, esto último suele suceder con demasiada frecuencia. Pero ocurre también que, en la mayoría de las ocasiones, ese viajero circunstancial tiene la oportunidad de vivir su pasión como una aventura, como una enajenación transitoria. Le queda siempre el consuelo ?o el recurso? del regreso, de la vuelta a su verdadero lugar, al seguro y cotidiano amor de su vida. Aunque a veces ?también es cierto? esa seguridad no basta. Depende de la estabilidad emocional de cada visitante, de sus circunstancias personales y biográficas. Muchos no han logrado ser ellos mismos, recuperar su antigua identidad, tras el tropiezo de su mirada con la impenetrable hermosura de la Gran Sultana de Occidente. Unos lo sufren como un largo peregrinaje por otra vida y otros lugares, arrastrando siempre como una obsesión el sueño del regreso, otros sencillamente se entregan. Engrosan la legendaria multitud de seducidos de todos los tiempos y todos los lugares, aquellos que creyendo conquistarla en realidad han padecido la dulce condena de idolatrarla.
    Una ciudad así, deslumbrante y oscura, maternal y vampírica, amable y egoísta, es muy difícil de describir. Definirla, imposible. Decía García Lorca en uno de sus numerosos intentos: ?¿por qué se ha de emplear siempre la vista y no el gusto o el olfato para estudiar a una ciudad??. Mas ¿qué gusto tiene Granada? ¿Acaso su sabor es añejo como el de los alimentos bien curados por la sazón y el tiempo? ¿O llega a desagradarnos su rancia y agridulce insistencia en la conservación? No sabría qué decir. La verdad es que en su trastienda se mezclan los caldos más añejos y olorosos con algunas de las mejores cosechas jóvenes. No existe una sola Granada, sino varias y, a veces, duramente enfrentadas entre sí. Geográficamente distintas, socialmente contradictorias, mentalmente irreconciliables. Cualquier forastero puede vivir en una de ellas meses, años, desconociendo a todas las demás. Maldiciendo el lugar que le tocó visitar o habitar si tuvo mala suerte. Si la tuvo buena, bendiciendo el momento en que decidió llegar o quedarse.

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