El calor oculto de las cosas rotas. Se sostiene este poemario sobre dos partes diferenciadas, simétricas, cada una con dieciocho poemas: la primera es la caída y la segunda es el vuelo, es decir, la caída inversa. Va de la fractura a la reconstrucción, de la desintegración al autoconocimiento de lo que somos, en un increíble viaje repleto de guiños al Barroco más puro, el de Shakespeare, el del desengaño, el del desconcierto y, sobre todo, el de la fe en la palabra. Porque si algo hay que destacar en esta poesía es la fe ciega en la palabra: Jon Andión construye con una naturalidad asombrosa un prisma (cubo sobre cubo) ensamblando imágenes que, si aisladamente son hermosísimas esculturas lingüísticas, al combinarse permiten mirar el mundo atravesándolas y, entonces sí, sentir el calor de aquellas cosas rotas. Consciente o inconscientemente, ha construido un mundo poético a partir de la técnica del kintsugi, arrancando la belleza, el calor, a una existencia, la nuestra, fracturada por el dolor, por la incertidumbre, por el asombro, por el miedo. No cabe duda que con El calor oculto de las cosas rotas ingresa Jon Andión en una madurez que promete experiencias poéticas fuera de lo común.