Fiel a la cita anual a la que ha acostumbrado a sus lectores, M.ª Ángeles Cantalapiedra nos regala, con La memoria de los días perdidos, una de sus historias más suyas. Y lo es porque consigue la combinación perfecta de melodrama sentimental y novela de suspense al más puro estilo noir, logrando una narración trepidante que se lee del tirón. Pone Cantalapiedra el ayer (la historia de la joven sirvienta Herminia y los marqueses de Sotomayor) frente al espejo de la memoria y este le devuelve reflejado un hoy (la historia de Adriana, otra joven también sin suerte pero igualmente sobrada de recursos, metida a periodista, que va desvelando las sombras de los días perdidos de Herminia) que involucra al lector en una emocionante investigación.
Porque lo que se trae entre manos lo merece, la autora recupera para este «nuevo caso» a dos de sus personajes más entrañables, el inspector Ortega y su «hijo» Fidel, dos tipos a los que siempre quisiéramos tener cerca. A ellos y a Tirso, el jardinero sabio, y a Pelele, el tabernero redentor, y a Antonio, el macarra de encanto irresistible, incluso a Tomasa, la bruja que al final no era tan bruja… Toda una familia de esas que le gusta crear a la autora —y qué bien que lo hace—, unida con lazos que no son de sangre, que surgen gracias el amor y la generosidad, de esas que dan segundas y terceras oportunidades, en las que te dejan llorar y te hacen reír, en las que nunca te aburres ni te sientes solo, que abriga y acompaña… Efectivamente, como los libros de M.ª Ángeles Cantalapiedra.