Sigmund Freud atribuyó el origen de la adicción al alcohol a un efecto reductor de la conciencia autocrítica, resultado de la persistencia sustitutiva de una tendencia onanista (1895), y al conflicto psíquico centrado en ella, originado por una erogeneidad labial constitucional (1905). Por su parte,...
Sigmund Freud atribuyó el origen de la adicción al alcohol a un efecto reductor de la conciencia autocrítica, resultado de la persistencia sustitutiva de una tendencia onanista (1895), y al conflicto psíquico centrado en ella, originado por una erogeneidad labial constitucional (1905). Por su parte, Karl Abraham, en el primer trabajo psicoanalítico relevante sobre el alcoholismo (1908), propuso que la sustancia confiere al hombre una ilusoria sensación de virilidad, derivada de la exaltación de su identificación cultural con el semen vitalista y la relajación de los componentes perversos reprimidos de la sexualidad pregenital infantil. La predisposición especial del adicto favorece el desplazamiento del objetivo sexual de la pareja a una excitación narcisista consigo mismo, procedente de una libido detraída de las sublimaciones invertidas, similar a la estructura perversa. La complicación celotípica implica una proyección defensiva en la pareja de la culpa por la infidelidad interna propia, una interpretación distinta a la homosexualidad latente que Freud suponía. Tras revisar la bibliografía psicoanalítica, se analizan los mecanismos psíquicos implicados en el trastorno, destacando las contribuciones de Abraham. Según Castilla del Pino, el fracaso yoico en el afrontamiento vital lleva a que una persona psicológicamente predispuesta recurra al alcohol, la única sustancia capaz de sumirlo en un estado psíquico placentero y elacional, debido a una fantasía omnipotente subyacente que incluye la agresión hacia sí mismo. Karl Abraham es valorado por haber sido el primero en intuir esta dinámica y se considera que las ingestas del alcohólico genuino canalizan además una agresión interna junto a unas imagos patológicas [imágenes deformadas de los objetos parentales reales incorporadas por el bebé en el yo y en el exterior], generando una culpabilidad que conduce inevitablemente a la deprivación de la autoestima. La terapéutica requerirá, desde el inicio, la abstinencia absoluta y permanente del alcohol para que el cese de las agresiones facilite la desculpabilización y permita una adaptación difícil de la terapia psicoanalítica individual ante una resistencia transferencial dominada por la envidia. Se podría diferir la medida restrictiva en un grupo propenso al consumo perjudicial de alcohol, donde se encuentren patologías psiquiátricas claras, culpa por actuaciones vitales o duelos irresueltos, trauma psíquico, rechazo a la necesidad de dependencia o accesos explosivos intermitentes de tipo epileptoide.
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