Jean-Luc Lagarce escribe Tan solo el fin del mundo en Berlín en 1990. Poco tiempo antes había recibido la noticia de que había contraído el VIH. Es imposible no relacionar este hecho fatídico con la escritura de la pieza. Sin embargo, no es una obra de autoficción. Ni siquiera es una obra sobre la m...
Jean-Luc Lagarce escribe Tan solo el fin del mundo en Berlín en 1990. Poco tiempo antes había recibido la noticia de que había contraído el VIH. Es imposible no relacionar este hecho fatídico con la escritura de la pieza. Sin embargo, no es una obra de autoficción. Ni siquiera es una obra sobre la muerte o, desde luego, no solo sobre la muerte. El elemento central es la familia. Lagarce construye una de las obras más emocionantes y enigmáticas de los últimos cincuenta años. Una obra cumbre de la literatura contemporánea, no solo francesa sino europea, que retrata como pocas la zozobra de vivir y de saber que, tarde o temprano nuestras vidas, como las obras de teatro, tienen un fin. Decía Tarkovski que el arte no nace para transmitir ideas sino para calmar el dolor profundo de saber que vamos a morir. Prepararnos para ese tránsito. Y el propio Lagarce decía: «Escribo para no estar solo». Ambos viajes están presentes en esta pieza. Israel Elejalde
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