En este libro se explica el proyecto que desarrolló el emperador Adriano en su patria, destacando los elementos que convierten a Itálica en un conjunto arqueológico excepcional. Aunque la obra no sea una guía del yacimiento, se ha concebido especialmente para que sirva de acompañamiento a los visita...
En este libro se explica el proyecto que desarrolló el emperador Adriano en su patria, destacando los elementos que convierten a Itálica en un conjunto arqueológico excepcional. Aunque la obra no sea una guía del yacimiento, se ha concebido especialmente para que sirva de acompañamiento a los visitantes a Itálica, en especial aquellos que disfruten de la exposición "Itálica. Ciudad ceremonial". También se ha tenido en consideración al público en general interesado en el Imperio romano y en particular en el reinado del emperador Adriano.
La idea principal del libro es que la ampliación y modificación urbana que llevó a cabo Adriano en Itálica tuvo como objetivo principal convertirla en una ciudad ceremonial. Por iniciativa del emperador, la urbe se transformó en el centro de fiestas religiosas, consagradas a los dioses romanos y a los propios emperadores, que constituían el soporte del Estado. Estos festejos incluían procesiones, banquetes, competiciones atléticas, representaciones teatrales y fastuosos juegos gladiatorios. Las celebraciones atrajeron a numerosos visitantes de todo el Imperio a la ciudad, que se convirtió en una verdadera capital religiosa e ideológica del Occidente romano.
Esta función ceremonial explica la grandiosidad y magnificencia de los nuevos espacios públicos que se construyeron, entre los que destacaban el mayor complejo termal de la Península Ibérica, uno de los templos más grande de Occidente y el anfiteatro con mayor aforo del Imperio, sólo superado en el momento de su construcción por el Coliseo de Roma. Un conjunto de edificios cuyas dimensiones y lujo excedían con mucho las necesidades de un asentamiento de provincias de mediano tamaño cuya población rondaría entre los 8.000-10.000 habitantes. La nueva Itálica se convirtió en colonia romana y, en agradecimiento al emperador, Publio Elio Adriano, que había financiado su colosal monumentalización, se llamó a partir de entonces Colonia Elia Augusta Itálica.
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