Lo que los campesinos denominaban mir y la intelligentsia rebautizó obshchina hace referencia a la forma particular que en Rusia adoptó la organización comunal campesina, compuesta por un número determinado de hogares organizados en una asamblea presidida por el starosta (el anciano). Desde ella se ...
Lo que los campesinos denominaban mir y la intelligentsia rebautizó obshchina hace referencia a la forma particular que en Rusia adoptó la organización comunal campesina, compuesta por un número determinado de hogares organizados en una asamblea presidida por el starosta (el anciano). Desde ella se gestionaban numerosos asuntos: la asistencia de ancianos, discapacitados y pobres, la concesión de permisos de salida temporal de sus miembros, la preservación de las costumbres o la impartición de justicia en los casos de faltas leves.
Y, por supuesto, todo lo referente a la organización de la producción agrícola y de los aprovechamientos colectivos. El asunto más novedoso era la posesión colectiva de la tierra y la costumbre de repartir entre los hogares las tierras de labor siguiendo criterios de equidad y suficiencia. A su vez se repartían las cargas que cada hogar debía asumir, con la particularidad de que la comuna, como institución, asumía colectivamente la responsabilidad del pago. Una aparente condición democrática que alimentaba el imaginario de la intelligentsia eslavófila, que la consideraba una institución moral propia de su pueblo. Ese mito se enfrentaba a otros que -desde el occidentalismo- la demonizaban, considerándola una cortapisa para el desarrollo y el progreso, pero que -para algunos- podía ser útil en la construcción del socialismo siempre que se diesen ciertas condiciones.
El estudio la comuna rusa real obliga a considerar al menos tres dimensiones: la propiedad de los bienes comunales (ni privada ni pública), el autogobierno y la gestión del aprovechamiento de los mismos, así como las relaciones con el sistema socioeconómico imperante, dimensión que determina la manera de entender las anteriores y le confiere perspectiva histórica.
La comuna campesina rusa, que ya llamó la atención de Marx y Engels en su momento, es un magnífico objeto de estudio por varias razones: por su originalidad, por haberse mantenido bajo diferentes regímenes socioeconómicos -desde el feudalismo tardío de la autocracia zarista al sistema soviético anterior a la colectivización forzosa- y porque desde principios del siglo XIX suscitó importantes debates entre la intelligentsia, que partía casi siempre de visiones idílicas y de imaginarios que a veces sirvieron para construir proyectos utópicos.
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