Durante toda mi vida he vivido en el campo y la naturaleza, casi siempre de una forma extrema y hasta enfermiza, que creo poco común. Muchas veces, sin importarme las incomodidades del campo ni, sobre todo, los peligros que surgían a mi alrededor.
Digo con total humildad y sinceridad que tantísimos años organizando cacerías me han dado muchas satisfacciones, por muchísimas razones. Pero nunca han podido reemplazar los años de mi juventud, buscando animales por el campo o cazando en solitario con mis perros por los alrededores del cortijo de mi abuelo y otros lugares. También fueron años inolvidables los que pasé con mis amigos cazadores de Santa Cruz, especialmente con los de la Peña del Botas: Justo el Botas, Pedro el Jarillo, Manolo Piña, José Peláez y, en ocasiones, los Esteras, Antonio Cañaveras y los Wicner. Y mi más entrañable recuerdo y admiración a los guardas alimañeros de aquellas épocas.
¡Qué años tan maravillosos viví en mi juventud de campo y de caza! ¡Cuántas extraordinarias personas conocí en mi pueblo y alrededores gracias a la caza! Cuántas experiencias compartidas con amigos, cuántas nubes, chaparrones, escarchas, hielos, pinchazos de monte y cardos, enfermedades, e incluso el sol de castigo me cayeron encima en aquellos días. Cuánto frío pasé con los chupones de hielo, con las escarchas en las cejas y el pelo, cazando por el campo durante esas mañanas heladas. Cuántos días pasé cazando en mano, solo con mis perros, y otras veces acompañado. Y cómo no decirlo: cuántas piezas cacé en mano con mis perros y como carrilero.
Tengo que decirlo: qué privilegiado fui, y he sido, durante toda mi vida. Y qué suerte la mía por ser de Santa Cruz de Mudela y, sobre todo, por haber nacido hombre de campo y cazador.
