Johann Ernst Biren, el devorador de papel, fue para Balzac el vivo ejemplo del «imperio del vicio». Sin embargo, apenas le dedicó un estudio muy breve en Las ilusiones perdidas, como si invitase al lector a arrancar el secreto oculto que es, en sí mismo, ese curioso personaje. De eso se encarga Edga...
Johann Ernst Biren, el devorador de papel, fue para Balzac el vivo ejemplo del «imperio del vicio». Sin embargo, apenas le dedicó un estudio muy breve en Las ilusiones perdidas, como si invitase al lector a arrancar el secreto oculto que es, en sí mismo, ese curioso personaje. De eso se encarga Edgardo Franzosini: decide retratar a esta eminencia del Imperio Ruso, un aventurero del siglo XVIII, y repara en que este amanuense que era dueño de la caligrafía más elegante de su tiempo, un recurso precioso en una época de manuscritos, tuvo la desgracia de sucumbir a un vicio obsesivo: comer papel verjurado. Este libro habla de la ingesta excesiva de tratados internacionales y documentos de todo tipo, tan variados como las fuentes de las que se ha valido Franzosini para narrar esta vida peculiar y secreta.
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