«La poesía no está diseñada para ser adictiva». Gracias a esta afirmación pude integrar que no siempre me gusta leer poesía, pero sí comunicarme con lenguaje poético.Estos poemas son trozos de pensamientos que se hilvanan, tienen el sentido que se les da, lo que evocan sin querer como propulsores de...
«La poesía no está diseñada para ser adictiva». Gracias a esta afirmación pude integrar que no siempre me gusta leer poesía, pero sí comunicarme con lenguaje poético.
Estos poemas son trozos de pensamientos que se hilvanan, tienen el sentido que se les da, lo que evocan sin querer como propulsores de afecto y lo que se rechaza y nunca será leído.
Las líneas subrayadas no corresponden a lo importante. La importancia es anecdótica y variable. De pequeñas nos enseñaban a acentuar las palabras y las canturreábamos poniendo énfasis en la que, a nuestro parecer, era la sílaba más sonora. Si cada niño pudiera poner tildes a palabras como le diera la gana, tendríamos gente libre, onírica, imperfecta y, ¿por qué no?, idiota.
En mi poemario, yo acentúo los poemas con una línea debajo de la frase que considero el foco. Pero mañana podría ser otra. Además, yo sí soy idiota.
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