En esta crónica de una muerte anunciada ya en el título, el autor nos propone como hilo conductor, una trama de suspense e intriga a modo de anzuelo, para realmente presentarnos la recreación más profunda e intimista del personaje principal. El escenario trasfondo de la historia nos remonta al ambiente bohemio de las tertul ias en los cafés, repletos de artistas, de la gente de la farándula, periodistas y diletantes, en el Madrid difícil de los últimos estertores del franquismo, de incertidumbre y de tránsito. El Café de Recoletos o el Oliver constituyen el escenario ideal para la recreación de un personaje peculiar, que encarna a la perfección el papel de máximo representante de ese mundo: Raigosa, el rey de los poetas. Como si de un traje se tratara, el protagonista de la obra, encaja ajustadamente con el modelo del pícaro español, que sobrevive de su ingenio y destreza, en este caso verbal, enfática, y también de su creación literaria como poeta y periodista, amén de sus habilidades como conquistador de mujeres. Su talento artístico reina en las tertulias de los cafés del Madrid de los años sesenta y setenta. Se trata de una picardía no exenta de romanticismo, pues los acontecimientos de su vida al final parecen cuadrar más con una tragedia romántica que con la burla triunfante. Su mujer acaba dejándolo por su mayor rival en las tertulias, apenas conoce a su hija Carmiña, su relación con una supuesta amante es tan sólo coqueteo y encuentros esporádicos que alimentan tan sólo la vanidad, y el final de su vida es irremediable y absurdo. La novela alcanza su punto más álgido cuando el suspense y la intriga hacen su aparición. Raigosa empieza a recibir anónimos que le retienen en su habitación, en espera de que ocurra algo. El miedo que le produce la sospecha de que sus actos pueden perjudicar a su amante , esposa del secretario de la embajada británica, o a su hija Carmiña, le mantienen encerrado en una atmósfera cada vez más asfixiante.
