Allí donde se encuentran el aforismo, la máxima, el refrán, el proverbio, la sentencia, la ocurrencia, el koan, la sorna, la roncería, el poemínimo y, aún, el chiste; ahí, es donde nace el poenimio.
Desde agosto de 2022, y con el fuego arrasando la comarca del Palancia y las sierras de Espadán y Calderona, llamaré poenimio a ese poema tan nimio (pequeño, minúsculo, menudo, diminuto, exiguo, breve, escaso, trivial, banal, insignificante, frívolo o baladí ?RAE, 2021?) que no llega a ser poema, sino un juego de indirectas, conceptos y apotegmas surgidos de la deformación consciente o inconsciente de la consciencia.
A veces, el poenimio es una visión turbada y ofuscada de una frase preexistente. Otras veces, es la nimia tergiversación del aspecto más superfluo de aquello que llamamos realidad, comúnmente aceptada como tal, que le aporta un nuevo enfoque y nuevas sendas que peregrinar.