Nunca esta lengua es la asombrosa primera novela de Virginia Saji, traductora y escritora mexicana.
En el umbral de sus primeros diez años de vida, José Pablo descubre el diario de su madre y comienza a obsesionarse con él, esperando encontrar alguna revelación sobre la vida. Este hallazgo le permite al lector adentrarse en los dos relatos de vida que conforman la novela; por un lado y a través de esos diarios, el de la madre, Judith, cuyo pasado y presente están marcados por la pérdida temprana de su padre y por el otro el de José Pablo, que cree que su destino está dado de antemano por las palabras de su madre, por lo que tratará de encontrar la manera de esquivarlo.
El lector se enfrenta a un relato en primera, segunda y tercera persona, a veces indistintamente. Se trata, pues, de una madeja de acontecimientos, vehiculados a través de una lengua compartida, que inevitablemente tocan tres elementos: religiosidad, angustia y condena.
Su lectura es sorprendente, sobrecogedora y lírica a partes iguales. Un prodigio en forma y fondo.
Su madre había escrito un diario en donde relataba cada una de las sensaciones de su cuerpo y sus pensamientos mientras estuvo embarazada de él. Ese año, en el que el pequeño Jos cumpliría diez, descubrió el cuaderno de su madre en uno de los cajones del tocador, y, cada tarde, todas las tardes, leía un pasaje del diario antes de mirarse al espejo. Comenzó a darse cuenta de que toda palabra escrita en esas hojas de papel tenía que ver con él y con su creación o, más allá de eso, con la vida misma.
Perdido entre los colores que rodeaban sus ojos, intentaba devolverse al recuerdo de la luz y a la visión de la vida desde el vientre de su madre. ¿Dónde habías estado antes, José Pablo? ¿En un sueño de colores infinitos, en la ausencia de Dios, perdido en sus brazos como un grano de arena centelleante?