Una novela siempre es un mundo por descubrir. En este caso, lector, estás a punto de entrar en un universo plagado de relatos y personajes variopintos y especiales. Gonzalo Leiva nos ofrece una buena historia, de las que se reconocen desde las primeras páginas.
Sebastián, el protagonista, recibe la noticia de la muerte de su padrino y viaja desde la ciudad donde reside hasta su pueblo natal. De camino, en el tren, Sebas recuerda, medio en sueños, su vida en aquel rincón recóndito donde vivían ya sus ancestros. Historias estremecedoras, tiernas, trágicas, divertidas, increíbles, fantásticas, crudas y sentimentales se suceden y se entrelazan en una narración intensa y, a la vez, fluida. (?) Los relatos se contienen unos en otros, como muñecas rusas, y el lector se encontrará con personajes inolvidables y variopintos: el padre Sabino; la hermana mayor, Eulalia; el niño pastor que pinta las ovejas de colores; Alfonsina, que escribe versos; sor Benita, la monja que descubre un mundo distinto después de recibir una pedrada; el Viejo, de quien se cuentan cosas terribles; San Malandrán, el patrón de la almas errantes; la Sibila, esa bruja curandera?
Entre líneas, leemos una reflexión certera sobre el paso del tiempo. En el Pueblo el tiempo va más lento. Lo que se va no regresa, solo se puede atrapar con la escritura, y el autor lo sabe bien. Pero ¿qué quiere decir garabullos? Descubran que lo cotidiano, lo que pasa inadvertido, es aquello que sustenta nuestra vida.