SUBE A NACER CONMIGO

Sube a nacer conmigo opta claramente por una expresión en la que la máxima significación se halla en el hecho mismo de decir. Creo que su autor sabe bien que los viajes que importan - sean reales o imaginarios - suceden siempre en lo más hondo de uno mismo, en "el único abismo / del que uno / no quiere volver", como leemos en "Como baila la candela". Texturas, colores, sonidos, aromas y sabores diversos que remiten a mundos no perdidos sino depositados en diferentes espacios de la memoria, fragmentos, trozos, pedazos con los que intentar reconstruir una imagen de lo que fuimos, es decir, de lo que queremos ser y así lograr que todo, de alguna forma, cobre vida otra vez, aunque de una manera diferente. Manifestaciones de un mismo temblor: el temblor de la belleza, ese que se siente al atravesar con la mirada los poemas de este libro. La escritura de David Conde es, por eso mismo, sustancialmente auténtica y sincera puesto que busca la catarsis sin esquivar la mimesis, y ello sin dejar de concebir la vida en el fondo como una representación en la que la verdad (la verdad poética, claro) es la construcción de la conciencia de un sujeto.