Los grandes temas de la literatura, el amor, la muerte, el paso del tiempo, no pierden nunca su actualidad. Y lo mismo sucede con la consideración literaria de la Rosa, que, por su calidad de símbolo, no se agota en sí misma y nos acompaña siempre, aunque renovándose, sin perder su pathos esencial.
Y eso es lo que hace Consuelo Sanahuja, hasta el punto de que su Rosa (su búsqueda de la luz, su fuga o su encuentro) ni es rosa, ni es roja. No se puede ir más lejos en esta negación absoluta que cobra sentido al ir leyendo los poemas que componen el libro.
En palabras de José Cereijo, «¿Es esa rosa / tan sólo una pregunta, / o una respuesta?».
La poesía de nuestra autora se expresa mediante lo sensorial y lo intelectual. Y ese núcleo íntimo puede abarcar hasta más allá de las estrellas, pues la Rosa cósmica de nuestra poeta asciende desde su jardín interior y se funde con la Rosa original, ya sea piedra o luz o meteorito de pétalos. ¿Su secreto? La fidelidad a su «patria», es decir, a su destino poético. (…)
Antonio Cabrera, sabio de vida y poesía, escribe que las ideas envidian a los colores. «Color, que es a la vez interrogación y respuesta», Cada uno tendrá su respuesta o su pregunta tras la lectura de este poemario, o la constatación de que la paradoja es el mejor camino para comprender la vida.
¿Qué tendrá la Rosa para que nos siga fascinando? Si quieren saberlo, lean a Consuelo.
María Teresa Mateu