Ese lugar llamado Nunca es un libro muy cohesionado, cada una de sus tres partes está simbolizada por una palabra-fuerza (madre-casa-infancia), que en el conjunto es pieza de un diálogo íntimo. El diálogo íntimo constituye, precisamente, la forma interna (o cauce poético de comunicación) escogida por la poeta en este libro y en otros suyos. Su manera barroca, en el buen sentido de la palabra, en el sentido del barroco musical, convierten a esta poesía en una expresión de afectos que llegan directamente al lector, traspasando la capa de alusiones y contextos que acompañan su decir. A la forma poemática que es ya propia de esta autora (el dominio del arte de lo fragmentario, la alusión, el ritmo depurado y la palabra esencial) se agregan con brillantez, en este nuevo poemario, una contenida emotividad y una pátina de nostalgia y de inquietud espiritual que no dejan indiferente al lector: poemas como «La casa-epitafio», y todos los que aluden al lugar-nolugar de los seres queridos perdidos, y esos poemas metafísicos, humanos, del final, en los que la poeta alude al «mañana»… Son muchos para mencionar, en un libro donde no sobra nada.
Diálogo, en suma, con las voces vivenciales de la propia autora y con la poesía escrita y leída que la acompañaron y afirman su vivir íntimo, y por otro lado, estructura y magia barrocas de la forma poética para transmitir con pureza esa fuente psíquica, a lo que se une la composición ceñida, casi minimalista, del poema concreto. Estos son algunos rasgos de la poesía de Ángela Serna que están ya presentes en su anterior producción publicada.
Fulgencio Martínez