Por culpa de las azarosas andanzas que ensombrecían las vidas de algunos músicos de jazz —demonizados, incomprendidos y, a menudo, asediados por el impío azote de las «buenas costumbres» burguesitas— y de otros adláteres de la farándula, abunda la tendencia, entre quienes nos legan sus memorias, a no bajar la guardia frente a la sociedad iempensante; lacra esta que, en no pocos casos, hace que las autobiografías tiendan a ser poco sinceras cuando no pasto de la más atroz censura (como sucediera con las de Billie Holiday). El legendario pianista canadiense evita, con ejemplar solvencia, este efecto edulcorado en su introspectiva y, a menudo reveladora, prepóstuma auditoría interna. Jugando a su antojo con
la cronología cual solista en pleno trance improvisatorio, recorre el largo camino hasta su consagración, pero con frecuencia desvía el discurso para trazar sentidas semblanzas de otros grandes del jazz y compañeros de armas, o reflexionar sobre la política, el racismo y su propia vida. La carrera de Oscar Peterson abarca más de cinco décadas, tiempo en el que grabó más de un centenar de álbumes, y fue galardonado con numerosas distinciones —como las concedidas en los Grammy, el Black Theatre Workshop, el Peabody Conservatory of Music o la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación— y con el ingreso en el Salón de la Fama del Jazz. Compartió escenario, camerino y las incomodidades propias de la carretera —así como el hostigamiento y las vejaciones de sus racistas convecinos— con grandes del género como Ella Fitzgerald, Dizzy Gillespie, Billie Holiday, Count Basie, Nat King Cole, Louis Armstrong o Duke Ellington.
Tras un pormenorizado y agradecido repaso a sus primeros tientos
estudiantiles, accede el lector a la crónica de las vivencias de una de las épocas acaso más fascinantes de la historia del jazz: la década de los cuarenta, cuando Peterson se batía el cobre con la Johnny Holmes Orchestra en Montreal y conoció a Norman Granz, el apoderado, productor, promotor, amigo y fiel consejero que lanzaría su carrera al estrellato. Por invitación de este, se uniría a la mítica JATP [Jazz at the Philharmonic], con la que viajaría por doquier; además de hacer lo propio con todos los tríos ue formaría a lo largo de su dilatada y triunfal carrera, con artistas de la talla de Ray Brown, Barney Kessel, Louis Hayes, Joe Pass, Niels-Henning Ørsted Pedersen, Jeff Hamilton, Herb Ellis o Ed Thigpen.
Se acompaña esta edición con el acceso, vía código QR (ver página 319), al repertorio de la compilación en CD que llevaba por título A Jazz Odyssey y que acompañaba en 2002 a la edición original de estas memorias.