El concepto de «yo saturado» fue desarrollado por Kenneth J. Gergen en su libro del mismo título. Se refiere a la expansión dramática del abanico de relaciones (reales, virtuales e imaginarias) en las que el individuo se ve cada vez más inmerso. Esta expansión se atribuye en gran medida a la acumulación de tecnologías de la comunicación del siglo XX, como la radio, la televisión, Internet y los teléfonos móviles (entre otras). La transformación resultante en la vida cotidiana incluye una ampliación y complejización del repertorio de «formas de ser» del individuo (por ejemplo, actitudes, valores, opiniones, moralidades, estilos de relación), una combinación de los criterios de evaluación aplicados al yo, una expansión infinita de oportunidades y un mar creciente de obligaciones. En términos de Gergen, uno se vuelve «multifrénico». Como orientación general de la vida, la ampliación del abanico de realidades, razones y moralidades a las que uno está expuesto conduce a una conciencia de construcción. Cada vez se sospecha más de las afirmaciones tradicionales sobre la verdad, la objetividad y la razón. A nivel interpersonal, la condición de saturación conduce a una pérdida de autenticidad y a una disminución del tiempo y la atención dedicados a cualquier relación en particular. El resultado es una pérdida de intensidad emocional y compromiso duraderos. Con la saturación social, también se invita a un cambio importante en la concepción del yo. Con una mayor inmersión y dependencia de las relaciones, se socavan tanto la concepción romántica de un interior profundo (una sede inconsciente de la pasión, la inspiración y las demandas instintivas) como la concepción modernista de la mente como procesador de información (el estratega que busca el máximo beneficio para el yo). Poco a poco, estas concepciones se ven reemplazadas por una concepción posmoderna del yo como algo inseparable de las relaciones. Sustituyendo esa pieza central de la Ilustración, la afirmación de Descartes «Pienso, luego existo», la vida en un mundo socialmente saturado invita a la conclusión «Estoy conectado, luego existo». Aunque la condición de saturación enfrenta a la cultura con la posibilidad de una pérdida profunda (en sus términos tradicionales), Gergen no es del todo pesimista sobre el potencial del futuro. Las visiones tradicionales del yo son divisivas en la medida en que construyen a las personas como fundamentalmente separadas y alienadas. Tales visiones favorecen patrones de acción egoístas, narcisistas y explotadores, patrones que en última instancia son enemigos del bienestar planetario. Según Gergen, una visión del yo como inseparable de los demás, como algo que obtiene todo su sustento de su arraigo en las relaciones, ofrece quizá una alternativa más prometedora.
