• ESPARRAGO ROCK, A CONTRAPELO

    VARIOS AUTORES DIPUTACIÓN DE GRANADA Ref. 9788433875761 Altres llibres de la mateixa col·lecció Altres llibres del mateix autor
    Cepillar la historia a contrapelo, que aprendimos de Walter Benjamin (2021), significa mirar al pasado desde la incomodidad, sin buscar consuelo ni embellecimiento celebratorio. La exposición Espárrago Rock. A Contrapelo parte de esa noción para ensayar una lectura en presente del impacto y la traye...
    Ancho: 170 cm Largo: 240 cm Peso: 250 gr
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    20,00 €
  • Descripció

    • ISBN / EAN : 978-84-338-7576-1
    • Encuadernació : RÚSTICA
    • Data d'edició : 10/11/2025
    • Any d'edició : 0
    • Idioma : CASTELLÀ
    • Autors : VARIOS AUTORES
    • Número de pàgines : 350
    • Col·lecció : EXTENSIÓN UNIVERSITARIA
    Cepillar la historia a contrapelo, que aprendimos de Walter Benjamin (2021), significa mirar al pasado desde la incomodidad, sin buscar consuelo ni embellecimiento celebratorio. La exposición Espárrago Rock. A Contrapelo parte de esa noción para ensayar una lectura en presente del impacto y la trayectoria de uno de los festivales más emblemáticos de la historia cultural reciente en España. La exposición, inaugurada en el mes de marzo de 2025 en el Crucero del Hospital Real de la Universidad de Granada y posteriormente presentada en dependencias municipales del Ayuntamiento de Huétor Tájar, propone un recorrido de carácter rizomático, diseñado para propiciar asociaciones no lineales en torno al legado de este festival. Imágenes, textos y objetos, carteles, fanzines, entradas, camisetas, recortes de prensa, materiales audiovisuales, testimonios orales, grabaciones domésticas y otros soportes gráficos conforman una cartografía de huellas desde la que es posible esbozar una genealogía crítica del Espárrago Rock, articulada en torno a las tensiones estructurales que atravesaron este evento cultural durante los años que estuvo activo en Huétor Tájar y luego en Granada. De este modo, el legado del Espárrago Rock hace posible una reflexión desde la que desenterrar relatos silenciados y evidenciar los conflictos y dinámicas de poder que el paso del tiempo ha ido velando. La narrativa de este proyecto expositivo y editorial abarca las diez primeras ediciones del festival, desde su surgimiento en 1989 en Huétor Tájar —en el contexto de la Feria Agrícola del Espárrago (FADESPA)— hasta su consolidación en Granada a finales de la década de 1990. El recorrido expositivo no sigue un orden estrictamente cronológico, sino que se configura como una cartografía de tensiones, apuestas estéticas, conflictos y deseos vinculados a lo musical, lo social, lo político y lo territorial, dimensiones particularmente significativas en aquel momento y aún relevantes en la actualidad. El enfoque se desplaza hacia el denso entramado contextual que dio forma al Espárrago Rock: un espacio de movilización de culturas juveniles, movimientos sociales, redes de activismo, diseño independiente, fricciones con las instituciones y transformaciones en el uso del espacio público, entre otros muchos aspectos que, sin duda, reaparecerán en la memoria de quienes visiten la muestra o se acerquen a esta u otras publicaciones sobre el tema. El archivo que activa la exposición —compilado gracias a la generosidad de muchas personas e instituciones, compuesto tanto por materiales recopilados como por otros generados específicamente para esta ocasión (entrevistas, vídeos, publicaciones o pódcast)— se plantea como una herramienta para facilitar la crítica. Su propósito es abrir preguntas en torno a las condiciones que hacen posible el desarrollo de una cultura autónoma, poner en cuestión la sostenibilidad de sus prácticas y propiciar una reflexión sobre el papel movilizador de la música en el contexto social en el que estas iniciativas suelen tener lugar. Uno de los aspectos más fértiles del proyecto es su mirada hacia los márgenes, ya que no se limita a las escenas musicales minoritarias o a los lenguajes disidentes. La investigación preliminar y la puesta en sala también abordan las tensiones internas del propio festival, desde los primeros enfrentamientos con las autoridades, pasando por las presiones económicas, hasta las críticas que llegaron tanto de sectores conservadores como de ciertos ámbitos de la izquierda. El Espárrago Rock se movió constantemente en un terreno complejo y, a menudo, incómodo. Fue un espacio de encuentro y a veces de choque entre distintas formas de entender la creación y la política. Su evolución cronológica refleja esta tensión permanente entre lo local y lo global, entre lo artesanal y lo profesional, lo rural y lo urbano. De los primeros conciertos de Los Ilegales en Huétor Tájar a las multitudinarias ediciones granadinas con Sonic Youth o La Polla Records, el festival mantuvo un extraño equilibrio entre crecimiento y autenticidad. Incluso cuando en 1993 dio el salto al recinto ferial de Armilla con presupuestos que se multiplicaron por quince, supo conservar ese espíritu de urgencia que lo caracterizaba. Las crónicas de la época hablan por igual de mosh pits descontrolados que de talleres de malabares, de macroconciertos que de exposiciones de fotografía marginal, conferencias y jornadas universitarias. Por estas y otras muchas razones, la potencia del Espárrago Rock residió precisamente en su capacidad para escapar a cualquier definición unívoca. ¿Era un evento underground? Sí, pero con un alto presupuesto. ¿Un proyecto institucional? Quizás tampoco, aunque surgiera de un ayuntamiento. Esta ambigüedad calculada, que tanto irritó a puristas de uno y otro signo, fue en realidad su mayor aportación, ya que consiguió demostrar que era posible habitar los intersticios del sistema cultural. Su ambivalencia fortalece su potencia crítica, pero también es lo que nos exige acercarnos a su historia, como proponemos, “a contrapelo”. Entre Huétor Tájar y Granada, el Espárrago Rock dibujó durante una década un mapa alternativo de la España de los 90. Este festival —que, como decíamos, comenzó como modesto acompañamiento de una feria agrícola en 1989— pronto trascendió su condición musical para convertirse en un fenómeno cultural de gran alcance donde confluyó una generación ávida de nuevos lenguajes. Lo que aquí se presenta no es solo la documentación de ese evento, sino la cartografía de una sensibilidad que hizo de la contradicción —o de cierto espíritu de contradicción— su bandera. Desde sus primeras ediciones, el Espárrago Rock comprendió que la batalla cultural no se libraba solo en los escenarios. Las ilustraciones de Azagra, las viñetas subversivas de El Jueves o el humor ácido de publicaciones como Makoki funcionaron como verdaderos manifiestos visuales. Estos elementos gráficos, lejos de ser meros acompañamientos estéticos, constituyeron un lenguaje político en sí mismo, capaz de articular discursos sobre identidad, disidencia y memoria colectiva. Encontramos un ejemplo de esta actitud cuando en 1992 el festival cuestionó irónicamente el V Centenario del “descubrimiento” de América; lo hizo no solo con lemas y canciones, sino con una iconografía que convertía los espárragos en símbolos de resistencia. Una historia a contrapelo del Espárrago Rock en Granada. Detrás de cada cartel, de cada fanzine distribuido en las gradas, latía una red de complicidades que convertía al festival en algo más que una sucesión de conciertos. Las carpas de electrónica con proyecciones experimentales, los mercadillos alternativos donde se vendían camisetas serigrafiadas junto a panfletos anarquistas, las campañas de prevención del SIDA en colaboración con organizaciones que trabajaban para cuidar de un consumo responsable como Energy Control, entre otras iniciativas, tejían un entramado social tan frágil como vigoroso. Esta publicación, concebida como coro de distintas voces y extensión crítica de la exposición, replica esa voluntad polifónica al entrelazar análisis o ensayos de corte más académico con testimonios descarnados más cercanos a la experiencia autobiográfica. Las contradicciones, lejos de ocultarse, se exhiben aquí como parte fundamental del relato. El mismo festival que cuestionaba el mercantilismo cultural acabó gestionado por una promotora profesional; el espacio que daba voz a colectivos antisistema recibía subvenciones públicas. Estas paradojas no son fallas en el discurso, sino pruebas de su complejidad. Como señala el diseñador Mauro Entrialgo en uno de los testimonios recogidos: “El Espárrago era un monstruo que no sabíamos muy bien cómo alimentar, pero que seguía creciendo contra todo pronóstico”. Al recorrer esta exposición, con sus carteles originales marcados por el paso del tiempo, sus fotografías desenfocadas que capturan instantes robados, sus fanzines fotocopiados que circularon de mano en mano, lo que emerge no es una nostalgia simplista, sino una pregunta incómoda y necesaria: ¿qué queda hoy de ese espíritu? En una época donde los festivales se han convertido en productos estandarizados —con las mismas bandas, los mismos patrocinios y las mismas experiencias empaquetadas—, el legado del Espárrago Rock se revela más vigente que nunca. Es por ello que el material reunido no aspira a construir un relato cerrado, sino a abrir interrogantes. Porque más allá de fechas y cifras, lo que perdura es la energía de un proyecto que supo convertir la música en excusa y la cultura en campo de batalla. Como escribió un asistente anónimo en la pared de unos servicios portátiles durante la edición de 1995: “Esto no es un festival, es un accidente controlado”. Quizás en esa definición improvisada resida la clave de su sentido y su pertinencia en el presente. El resultado es una exposición que no pretende solo rendir homenaje, aunque en cierta forma sí se rinde al reconocimiento de un legado, sino activar una memoria crítica. Lejos de cristalizar el Espárrago Rock como mito o leyenda, se propone entenderlo como laboratorio político-cultural, como ensayo colectivo de formas alternativas de producir y vivir la cultura. En esta clave, el archivo deja de ser pasado para convertirse en herramienta: no para recordar lo que fue, sino para imaginar lo que sigue dando que pensar. En un momento en que muchos festivales han devenido en plataformas de consumo masivo sin discurso político ni arraigo territorial, la historia del Espárrago permite reabrir preguntas sobre la autonomía cultural, la sostenibilidad y la potencia colectiva de la música como forma de vida. En estrecha relación con la exposición, el catálogo Espárrago Rock. A Contrapelo no actúa como un simple complemento documental, sino como una plataforma discursiva autónoma que expande y profundiza las líneas de investigación y problematización abiertas en sala. Su edición responde a un criterio editorial consciente de la heterogeneidad de materiales y voces que configuran la memoria del festival. En lugar de reproducir un guion curatorial, el catálogo despliega un dispositivo textual y visual que asume su papel como archivo crítico, combinando documentación de la muestra, análisis académico, testimonios personales y materiales gráficos. Esta combinación no es solo una elección metodológica, sino una toma de posición: el Espárrago Rock no cabría en una única mirada, y cualquier intento de clausurar su significado solo puede ser, por definición, insuficiente. La estructura editorial del catálogo se articula en torno a tres ejes que responden a distintas formas de aproximación al fenómeno. El primero es de naturaleza analítica, por lo que incluye ensayos encargados a investigadores y especialistas que reflexionan sobre el contexto histórico, el impacto sociocultural del festival, su modelo organizativo y sus derivaciones políticas. Estos textos ofrecen marcos teóricos que permiten situar el Espárrago Rock en el entramado más amplio de los procesos de transformación de las políticas culturales en España durante los años noventa, así como en el auge de las escenas alternativas, las culturas juveniles y la profesionalización de la industria musical independiente. El segundo eje, de carácter más vivencial, recoge relatos, memorias y testimonios de quienes vivieron el festival desde dentro. No se trata de reconstruir una épica generacional, sino de evidenciar la dimensión afectiva y corporal del evento. La experiencia del Espárrago se presenta aquí como una vivencia compartida, fragmentaria y a menudo contradictoria, atravesada por la euforia, la incomodidad, el deseo, la resistencia o la precariedad, entre otras muchas visiones. Los objetos, en este apartado, se activan como disparadores de memoria: camisetas, entradas, carteles, fotografías, grabaciones caseras o incluso recortes de prensa que, lejos de ser documentos neutros, son huellas personales de una historia intensamente vivida. El tercer eje es un extenso dossier gráfico que incluye imágenes de la exposición, cartelería, fanzines, cómics e ilustraciones que circularon en paralelo a la programación oficial. Este apartado no solo documenta, sino que celebra la potencia visual del Espárrago Rock que ahonda en la iconografía que lo acompañó durante su trayectoria. Aquí el lenguaje gráfico y visual no se presenta como mero complemento estético o documental de la exposición, sino como interpretación de ese núcleo simbólico desde el cual se articuló gran parte del relato identitario del festival. En conjunto, tanto la exposición como el catálogo buscan activar una memoria colectiva desde una mirada situada, crítica y polifónica. Frente a la mercantilización de la cultura, frente a los relatos unívocos del éxito, frente a la amnesia institucional, reivindicamos la potencia de los márgenes, una historia a contrapelo del Espárrago Rock en Granada, de lo contradictorio, de lo inacabado. Es, quizá, así, la única manera de no desactivar el carácter social y político de la cultura. La mirada que hoy nos devuelve el Espárrago Rock nos pregunta por los espacios en los que aún podemos imaginar juntas otras formas de estar y de hacer en lo común. Y nos dice: A contrapelo.

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