¿Cuántas veces has pensado que si no duele no es amor? ¿Has confundido «le necesito» con «le quiero»?
Durante mucho tiempo pensé que la posesividad era sinónimo de amor verdadero y que las mariposas en el estómago eran felicidad y no ansiedad.
Pero un día entendí que amar era otra cosa. No era revisar el móvil cien veces al día para ver si había escrito, ni noches de insomnio y celos. Era sentir seguridad y poder ser yo misma sin miedos. Descubrí que la calma no es aburrimiento, y aprendí que no es lo mismo querer mucho que querer bien.
Muchas de las cosas que he sentido probablemente también las has sentido tú. Y cuando las compartimos, duelen un poco menos. Quizá por eso estás aquí.