Todo sucedió en un instante. Febrero de 1933 fue el mes en el que se decidió el destino de los escritores alemanes, de Heinrich Mann a Bertolt Brecht, de Alfred Döblin a Else Lasker-Schüler, que pasaron de la brillante escena literaria de la República de Weimar a un largo y oscuro invierno. Este libro narra día a día el mes y medio de terror en el que se vieron envueltos los intelectuales, obligados a reaccionar ante la avalancha de acontecimientos que provocó, en un parpadeo, la destrucción de la élite cultural de Alemania.
Lunes, 30 de enero: Adolf Hitler presta juramento como canciller del Reich. En Berlín, Joseph Roth no necesita esperar las noticias del día. Se marcha en el primer tren a París. Por el contrario, Thomas Mann apenas piensa en la política, absorto como está en su ensayo sobre Wagner, y se queda en Múnich, donde Klaus, su hijo, se ha levantado con resaca y de mal humor. Wittstock resucita la atmósfera de unas jornadas marcadas por el miedo y el autoengaño, en las que la pasividad y la traición de la mayoría hacen aún más luminosa la valiente determinación de unos pocos. ¿Quién se arrima a los nuevos dirigentes? ¿Quién debe temer por su vida y huir?
«Febrero de 1933 fue el mes en el que se rompió un hielo sobre el que parecían reposar sólidamente las instituciones de la cultura alemana, pero que resultó ser muy fino. Wittstock describe día a día y con asombrosa viveza el terror nacional-socialista que se desplegó inmediatamente después del nombramiento de Hitler como canciller del Reich. Cuando uno termina de leer, la pregunta es inevitable: ¿qué espesor tiene el hielo sobre el que hoy nos creemos seguros?» Bernhard Schlink
«Hay pocos meses en la historia que puedan considerarse verdaderamente trascendentales y que den forma a toda una época. Febrero de 1933 fue sin duda uno de esos meses, y el apasionante relato de Uwe Wittstock sobre ese período es un tejido magistral de fuentes históricas, desde informes meteorológicos, periódicos y horarios de trenes, hasta diarios personales y registros policiales» Richard Ovenden